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Concesiones: La piedra filosofal

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El pasado 18 de mayo, en medio de un ambiente de expectativa, se publicó la tercera edición del ‘Índice de Desempeño de los Puertos de Contenedores’ (CPPI, por su sigla en inglés), un minucioso e influyente análisis que, grosso modo, mide la eficiencia de los principales puertos del mundo. Sus autores -y de allí la reputación que, evidentemente, hoy ostenta este indicador- son nada menos y nada más que el Banco Mundial y la Unidad de Inteligencia de Mercados de Standard & Poor´s.  


Difícil pasar por alto un Índice como este, de semejante notoriedad, cuando, a la luz de sus más recientes resultados, el Grupo Puerto de Cartagena obtuvo el quinto lugar. Efectivamente, un honroso y codiciado quinto puesto dentro de 348 terminales portuarias del mundo, las cuales fueron objeto, todas ellas, del mismo estudio para establecer su grado de eficiencia. Tan solo un puerto chino, otro de Omán, uno más de Abu Dabi y aquel ubicado en la vertiente de Gibraltar, superaron -por un margen muy estrecho, valga aclarar- al de Cartagena. 


Así, bajo el criterio del mencionado índice CPPI, no hace falta hacer intrincadas conjeturas geográficas para llegar a la obvia conclusión de que la terminal portuaria de Cartagena es, en materia de eficiencia, la número 1 de América y, además, supera con creces a sus pares europeas. ¿Acaso no es esta una razón de sobra para estar de plácemes? Claro que lo es. Pero también es la demostración viva de que el modelo de concesiones -justamente el esquema bajo el cual opera el puerto de Cartagena desde la década del 90- fue la clave para llevar a las terminales marítimas del país al mundo de las ‘grandes ligas’ portuarias. 


En fin, mientras los puertos del país celebran, los aeropuertos también tienen motivos para sumarse al festejo. El pasado mes de mayo, la compañía especializada en análisis de datos Cirium, reveló un ránking con las terminales aéreas más puntuales del mundo. En el listado, El Dorado brilló en un decoroso tercer lugar, detrás del Gandhi International Airport y el Kempegowda International Airport, ambos de la India. Este reconocimiento se suma a la seguidilla de menciones en las que la reputada firma Skytrax ha destacado al aeropuerto de Bogotá -también operado exitosamente bajo el modelo de concesión- como el que mayor índice de satisfacción alcanza en Suramérica.  

Ahora, por el lado de las carreteras concesionadas, las distinciones -aunque menos recientes- también han estado al orden del día. Un botón para la muestra es el viaducto del Gran Manglar -de 5,4 kilómetros- sobre la ciénaga de La Virgen (en el corredor que comunica a Cartagena con Barranquilla) el cual recibió en 2019 el Premio Nacional de Ingeniería y el Premio Nacional Ambiental Germán Gómez Pinilla. El proyecto se convirtió en testimonio vivo, que da fe, de cómo la infraestructura puede convivir en armonía con la naturaleza y contribuir a mitigar la huella de carbono. 

Tienen en común -como una suerte de leitmotiv- el puerto de Cartagena, el aeropuerto El Dorado y el viaducto de la ciénaga de la Virgen, que todos ellos operan bajo el esquema de concesión. Un modelo de participación privada que en Colombia ha sido decisorio -desde el inicio de la década de los 90- para superar un rezago histórico, en materia de infraestructura, de más de medio siglo. Tan resonantes han sido sus bondades que, incluso, el Banco Mundial y la prestigiosa revista The Economist lo han destacado como uno de los más eficientes de Latinoamérica. 

No es casualidad que seis gobiernos consecutivos -Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe, Santos y Duque- le hayan apostado al avance continuo del esquema de concesiones, dentro de una concepción más pragmática que política. Entendieron, cada uno de ellos, que la participación privada era el mejor aliado del Estado al momento de acometer grandes obras de infraestructura. El sector confía, pero sobre todo el país, que el actual gobierno siga transitando por esa misma senda en pro de la modernidad, la competitividad y la interconectividad.  
 

Por: Juan Martín Caicedo Ferrer, presidente Ejecutivo de la Cámara Colombiana de la Infraestructura.